Apenas sí se diferencia del golf para personas sin discapacidad visual; al revés de lo que se pudiera pensar no hay ningún tipo de adaptación dentro del propio campo.
Ni los hoyos son más grandes ni los recorridos más cortos. La gran diferencia radica en la existencia de la figura del guía, en la que el jugador se apoya durante los 18 hoyos.
Ese guía desempaña un papel fundamental, siendo sus tareas las de ayudar a la persona ciega a moverse durante todo el recorrido por el campo, colocar la bola, describir el golpe (metros a bandera, búnkers, agua,…) y perfilar al jugador apuntando al sitio deseado.
Por buscar un símil, podríamos decir que el guía juega a través del jugador ciego como si de una partida de videojuego se tratase. No existe una única metodología de trabajo para el golfista ciego y su guía; ambos van desarrollando su propio lenguaje a medida que trabajan juntos.
Hay jugadores que prefieren más información sobre el golpe que deben ejecutar y otros menos, los hay que se apoyan en herramientas acústicas para orientarse, algunos recorren la distancia desde la bola hasta la bandera para obtener más información,…