El saber utilizar el sentido del gusto con el vino es toda una experiencia. Partiendo del balance y equilibrio que significan armonía, en el buen vino son de igual manera requisitos indispensables de calidad.
Sabemos que los cinco sentidos se utilizan al saborear el vino y que el final se cierra con el gusto. Para tener un criterio de calidad sabemos que la acción de catar o degustar tiene previamente pasos con el sentido de la oído, vista, aromas, tacto y gusto. Cada uno de estos pasos son indispensables para finalizar con una experiencia única. Despertar los sentidos y concentrarse permite disfrutar en su máximo sentido al vino.
Tras haber disfrutado del color y aroma con conciencia , y habiendo ya despertado en nuestro cuerpo las ganas de probar el vino, nos concentraremos en la lengua, que es el órgano más importante para que el último paso nos provoque placer único cada vez que tomemos un vino.
La lengua es un músculo que cumple varias funciones como el habla, la función de masticar y tragar. Para llevar a cabo todas estas funciones cuenta con pequeños nódulos llamados papilas gustativas distribuidas en su superficie de la lengua y son vitales para la percepción de la amplia gama de sabores y sensaciones que nos ofrece el vino y son: el dulce, el salado, la acidez, el amargor y umami.
Es así como el dulce lo vamos a sentir en la punta de lengua, el salado en los bordes frontales, la acidez en los bordes posteriores, el amargor cerca de la garganta y en el centro el umami (sabor que combina los toques dulces y salados y nos deja un sabor sabroso y persistente, es un potenciador de sabores).
Además de la maravillosa función principal también nos permite detectar la textura, el peso del vino en boca y la percepción de la temperatura.
Cuando cualquiera de los gustos, texturas, temperaturas se encuentran desequilibrados, las papilas inmediatamente nos informan que no existe una armonía, que está muy amargo, que la acidez está elevada, que está alta su temperatura o que pasó sin dejarnos “ni pena ni gloria”.
Al vino lo tenemos que sentir desde su ingreso en la punta de la lengua; dulce o salado, luego su acidez tiene que ser equilibrada y agradable, su amargor delicado, tiene que ofrecer esos aromas de boca que sentimos en nariz y dejarnos un recuerdo que sea duradero.
Si nos concentramos en utilizar este sentido del gusto sabremos interpretar la calidad de un vino cómo dijimos al inicio, tiene que existir un balance de todos los elementos y cerraremos el uso de los sentidos con una experiencia única con el vino.
El vino es una bebida tan maravillosa, que nos hace vivir la vida con todos los sentidos. Disfrutémosla al máximo!!
Fuente: Revista Excelencias Gourmet