CARTA PARA ESPAÑA

CARTA PARA ESPAÑA

Por Jon Rahm

Esta no es una historia de golf.

Esta historia es sobre mi casa.

Y últimamente he estado pensando mucho en mi casa.

Mi esposa, Kelley, y yo estamos dentro y a salvo en nuestro hogar en Phoenix y he tenido la oportunidad de pensar mucho en los últimos tiempos. Supongo que tú también. Cada día, cuando las noticias que llegan sobre esta pandemia parecen empeorar y empeorar, mi mente viaja a los recuerdos de mis padres, cuando yo era un niño.

Y aquí está el quid de la cuestión: no puedo contarte esta historia a menos que entiendas una cosa muy importante sobre los españoles, y especialmente sobre los vascos, que es la zona de donde yo provengo.

Somos muy testarudos.

Sé que ya lo has visto en mi estilo de juego en el golf. Pero es casi un modo de vivir. Si alguien de mi pueblo te dice que hará algo… mejor que le creas, porque lo hará. Simplemente así es como somos.

Hace unas semanas, cuando había empezado a escuchar todo lo que se decía sobre los casos de Covid-19 en España, llamé a mi madre. Ella trabaja como partera cerca del pueblo de Barrika, al norte. Ahora mismo no está en la primera línea de batalla contra la pandemia, pero está lo suficientemente cerca para entender lo que está sucediendo y para tener una mejor perspectiva que la mayoría. Más que eso, ella es una de los nuestros. Siempre me dirá las cosas sin rodeos.

Ella sabía que era muy serio. Y me dijo qué crítico iba a ponerse, por lo que cualquiera que pudiera, debía permanecer en su hogar.

“Vamos a superarlo, pero cada uno tiene que hacer su parte”, me dijo.

Suena simple, ¿verdad? Pero cada día veo gente aquí en los Estados Unidos que sale a pasear, viviendo su vida como si todo fuera normal y —para ser completamente franco— actuando de manera increíblemente egoísta. Eso no es ser testarudo, eso es ser cabeza hueca. Hay una gran diferencia.

Eso era inaceptable tres semanas atrás. Y ahora… me hace sentir furioso. Porque aquí nosotros, aquí en los Estados Unidos, teníamos toda la información delante de nuestros ojos. Vimos lo que estaba ocurriendo alrededor del mundo y decidimos continuar con decisiones a medias, con implementaciones débiles… y ahora pagamos el precio.

Del mismo modo en que España ahora lo está pagando. Y me rompe el corazón saber lo que está pasando allí.

Le estoy escribiendo esto a España, para España — pero espero que, dondequiera que lo estés leyendo, puedas sacar algo de esto.

El camino por delante será largo, y también será arduo, y requerirá de una verdadera testarudez.

Como dije, es un rasgo que traemos los que somos de donde vengo. A todos nos llega, finalmente. Ya sea si lo pasamos de generación en generación, o si lo generamos a lo largo del camino, todos lo tenemos. Yo lo obtuve del golf, creo. Quizás eran las lecciones a las 8 de la noche en el campo, con las viejas alfombras y las redes que se terminaban apenas a los 180 metros. Igual eran los golpes sobre grama artificial que se asemejaban a tirar sobre hielo. Puede que fueran las infinitas horas en el course, compitiendo contra mí mismo, lo que me hizo ser así.

El golf te da innumerables oportunidades para rendirte. Practiqué muchos deportes cuando era más joven. Fútbol, tenis, canotaje… nombra uno y muy probablemente lo haya intentado. Pero con el golf… hubo algo diferente. El juego se trata de auto mejorar, de competir. Lleves o no lleves la cuenta, el resultado siempre existe. Y sin importar cuánto cambies tú, el course nunca cambia.

El juego nunca cambia.

El golf es esencialmente testarudo.

Se trata del respeto, del honor, y de todas las otras palabras que nos gusta decir sobre él. Sí. 100%.

Pero el golf también es brutal. Te molerá a palos y te dirá que te dediques a otra cosa, que vayas a jugar a otro deporte, que no regreses.

Y también, el golf en España es diferente al de los Estados Unidos. No hay tantos clubes ni campos privados. En España, es más sobre el juego y la gente, que sobre la experiencia. No teníamos carros de golf ni caddies. En el campo no había alcohol. No teníamos tipos de grama ni grandes instalaciones para practicar. Simplemente salíamos, cogíamos nuestras bolsas y competíamos. Y teníamos que acabar en al menos cuatro horas, o si no escucharíamos a los que venían por detrás nuestro.

Cuando iba a practicar, me quedaba siempre cerca del coach. Su nombre es Eduardo Celles y su lugar es donde guardo algunos de los recuerdos más bonitos del deporte. Tenía una gran familia y uno de sus hermanos menores solía estar siempre en una de las estaciones de tiro, fumándose un cigarrillo.

En la pequeña estación (se pagaba tres euros para utilizarla y otros dos por una canasta de bolas) había una señora que ayudaba a la manutención. Y ella siempre estaba ahí. Todos los días. Tenía un pequeño perro. Como el campo estaba en la ciudad, solías ver a gente con pantalones de traje probando sus tiros en las pausas del almuerzo o después del trabajo, y sus niños jugando en el búnker cercano al green.

Aquel sitio, cuando ahora lo recuerdo, me llena de orgullo. Esos son los puntos que dejan en claro lo que el golf es para España. La gente. El juego.

Pienso en ellos, en tiempos como estos, y en todo lo que han hecho por mí y por el deporte en mi pueblo.

Pero en España, en todo el país —y probablemente en toda Europa— no hay nadie que haya cambiado el deporte más que Seve Ballesteros.

Lo sé, estás pensando: ‘Jon, ¿qué tiene que ver Seve con una historia sobre España en tiempos de una pandemia como esta?

Seve y el golf español

No puedo hablar de mi vida, de mi carrera, de mi país, sin referirme a Seve. La Ryder Cup del 97 en Valderrama, España, es la razón por la que mi padre acabó por comprarme mis palos. Cuando Seve se convirtió en el primer europeo en ganar el Masters en 1980, le dio esperanza al golf en nuestro país. Leí en un artículo hace unos años que cuando Seve comenzó a jugar al golf en los años 60, había alrededor de unos 10.000 golfistas registrados en España. El día que se retiró, en 2007, había 350.000.

Severiano Ballesteros hace que me sienta increíblemente orgulloso de tener la bandera española junto a mi nombre en los eventos del PGA. Y con ese mismo orgullo y esa fiereza que uso para jugar por mí y por España cada semana, ahora necesito hablarle a mi país.

Sin Seve, no estaría aquí, con la plataforma que tengo ahora como deportista profesional. Y quiero hacer lo correcto con esta posición de privilegio que tengo.

Niñez en Bilbao

Cada vez que llamo a mis padres y a mi familia a casa, recuerdo mi niñez. Pienso en aquel campo y en las personas que solía ver cada día. Pienso en los mayores que nos decían a los niños de mantener el ritmo de juego. Me pregunto dónde estarán ahora. Espero que estén bien.

Sé qué tan dura puede ser esa gente, qué tan duros somos los españoles. Lo mejor de ser testarudos es en qué tan comprometidos podemos convertirnos. Y espero que sea precisamente eso lo que todos están haciendo, quedándose en sus casa, con aislamiento social y siguiendo las indicaciones de sanidad.

Hay una calle en Bilbao donde viven mi abuela, mi hermano y dos tíos. Sus casas están separadas por unos cuantos metros. No se han visto en casi dos semanas. Es así de serio como han de tomarse las cosas. Cuando mi abuela necesita comida, alguien se la lleva al umbral de su casa y la deja junto a la puerta. Es así que debe ser.

Pero incluso en España, todavía no hay suficiente gente que lo cree.

He escuchado una estadística que me dio mi familia el otro día. Como la policía ahora puede hacer multas por estar en la calle y no seguir el protocolo de la cuarentena, en España hubo más multas que casos de gente infectada con el virus.

Esa es la terquedad de los españoles.

Y no puede seguir siéndolo.

Así que os pido a todos, usad ese comportamiento canalizado hacia lo que está bien, quedarse en casa. Seguid las indicaciones. No pensad en vosotros mismos en momentos como estos – pensad en vuestros seres queridos. Vuestros padres. Y los amigos de vuestros padres.

Pensad en nuestro país.

Si logramos hacer eso, y canalizamos nuestra fuerza en poder superarlo, pues entonces lo superaremos. Lo sé.

Porque sé de lo que los españoles somos capaces.

FUENTE: The Players Tribune