¡Javier Vidal, hoyo en 1 a los 97 años!

¡Javier Vidal, hoyo en 1 a los 97 años!

Javier Vidal Sario es un hombre superlativo que vive entre exclamaciones. ¡Juega al golf con asiduidad! ¡Tiene 97 años, camino ya de los cada día más inminentes 98! ¡Y acaba de hacer un hoyo en 1!

¡Sí, sí, como lo leen, un hoyo en 1 –con lo que ello supone– y encima a los 97 años de edad, con una frescura que para sí quisieran muchos otros que, más jóvenes, le rodean habitualmente para contagiarse de su compulsiva positividad!

Este relato exige exclamaciones continuas para poner en el valor que le corresponde a una persona singular capaz de hacer cosas singulares con una naturalidad precisamente extraordinaria, la de aquellos individuos que, con humildad y moderada modestia, le conceden la justa importancia a lo que los demás consideramos gestas.

Financiero navarro nacido en Pamplona, ingeniero industrial, Javier Vidal Sario desarrolló en su día una intensa actividad profesional que le llevó, entre otras cosas, a ser nombrado consejero de empresas como Industrias Metálicas de Navarra, Perfil en Frío, Iniciativas Comerciales Navarras, Papelera Navarra y Huarte Inmobiliaria.

La actividad y la palabra mágica

Y entremedias llegó el golf, la actividad y la palabra mágica, esa a la que el bueno de D. Javier se aferra con tremenda devoción con la convicción de que “no es que sea salud, es que el golf es vida. Lo tengo tan claro, lo he experimentado tantas veces y de forma tan satisfactoria, que recomiendo a todos, tanto a los que conocen el golf como a los que no, a que lo practiquen para mantenerse en forma física y mental durante muchos más años”.

Esta afirmación, viniendo del entrañable Javier Vidal, es para tenerla muy en cuenta, avalada por una persona que sale al campo a jugar tres o cuatro veces a la semana y que se rodea permanentemente de amigos para los que organiza torneos y en los que participa activamente durante las entregas de premios.

Presenciar semejante actividad obliga de nuevo a repetir la pregunta –¿pero entonces el golf es salud, no, D. Javier?–, una cuestión que reaviva su espíritu, una energía interior que asoma a través de un semblante tranquilo de mirada brillante. “Claro que el golf es salud. ¿Cómo no lo va a ser si muchas personas mayores que lo practican asiduamente están más fuertes y sanos gracias al golf?”, remacha con una contundencia que, viniendo de él, resulta incontestable.

Javier Vidal no sabe de la existencia de un exhaustivo estudio de la Universidad de Edimburgo que pone de relieve los beneficios que el golf puede acarrear en la vida de las personas y que, bajo la dirección de destacados académicos internacionales, detalla el impacto de este deporte en la salud y su papel en la prevención de enfermedades y en la gestión de lesiones asociadas.

“Mira –rebate con animosidad–, no me hace falta ningún estudio para saber que el golf es bueno, y no porque lo diga yo, que no me considero ejemplo de nada, sino porque sólo hace falta darse un paseo por el campo de golf, aunque sólo sea andando, para darse cuenta de que es bueno”, sentencia antes de pedir una cerveza, porque Javier Vidal, después de sus partidos de golf, se pide una cerveza para comentar la jugada con sus compañeros de juego.

Y claro, surge incluso la duda: ¿pero Usted, D. Javier, que tiene un aspecto tan lozano, va al médico? Y ahí, llegado ese punto, no es que replique, es que avisa de algo a lo que todos, cuando van peinando canas, se tienen que enfrentar quieran a no.

“Claro, claro que voy”, responde riendo, “que a partir de determinada edad ya no te libras, y yo esa edad la sobrepasé hace bastante tiempo. ¿Pero sabes lo que me dicen los médicos? Pues que juegue al golf, que no lo deje nunca, todos ellos me dicen que no hay ninguna otra actividad que sea mejor, así que aquí me tienes, jugando tres o cuatro veces por semana, según lo permita la meteorología, y haciendo cada vez nueve, diez o catorce hoyos, los que se tercien, que luego hay que comentar la jugada”.

Y los comentarios, como cualquiera se puede imaginar, se suceden sin parar porque hay que reconocer que todos ellos son acontecimientos extraordinarios realizados, eso sí, con una pasmosa naturalidad. Un golpe con el driver –“el palo que más me gusta”, salta de inmediato D. Javier para resaltar que, en la medida de sus posibilidades, le gusta darle fuerte a la bola–, que si un hierro por aquí, que si un pitch por allá, que si dos putts para culminar, así discurre, como quien no quiere la cosa, la jornada de golf para Javier Vidal y sus numerosos amigos, siempre dispuestos a acompañarle.

“Todos ellos son muy importantes en mi vida. Precisamente por eso, el golf es una opción de deporte y de ocio fabulosa, sobre todo para gente ya entrada en años, porque cuando alcanzas determinada edad las posibilidades de realizar actividades de todo tipo se reducen drásticamente, pero no el golf, que se puede practicar en todo momento”, sentencia con un ánimo contagioso.

Buceando en la memoria

Y llegan, claro, los recuerdos, ese buceo en la memoria que a D. Javier, dotado de una envidiable varita mágica, parece costarle tan poco como pegarle a la bola de golf. “Yo empecé jugando al tenis, ya mayor, con mi cuñado, pero qué quieres que te diga, que era muy duro físicamente y no podíamos jugar con asiduidad, así que nos pasamos al golf, en Puerta de Hierro, de la mano de Jaime Benito, que me dio mis primeros consejos. Tenía yo entonces, recuerdo, 45 años, que fue cuando le di a la primera bola. Luego llegó el Club de Campo, el RACE, La Herrería… allí me iba a jugar siempre que podía durante mi estancia en Madrid”.

La mirada de D. Javier vuelve a brillar, justo en el momento en el que el golf se convierte de nuevo en centro de atención. “Rápido hice un buen grupo de amigos golfistas, Zumalacarri, Ruiz Rivas…, nos lo pasábamos estupendamente y llegué a ser hándicap 14”, rememora con orgullo antes de destacar que sus obligaciones profesionales le impedían jugar todo lo que quería, pero que siempre que encontraba un hueco, ahí que se iba, a jugar al golf.

“Y de Madrid a Pamplona, donde me instalé en cuanto me retiré. Lo tenía muy claro, me hice socio de Ulzama y de Gorraiz y me compré una casa a menos de diez minutos del campo”, la distancia justa para perder poco tiempo y hacer del golf una actividad importante tres o cuatro veces por semana “desde hace ya… ni me acuerdo”.

La consulta, llegado este punto, se hace inevitable, porque si hay alguien docto en la materia ese es D. Javier. Porque, díganos, con toda la experiencia acumulada a lo largo de los años, ¿qué le diría a los que no conocen el golf? Y entonces D. Javier salta como un resorte, para sentenciar, con contundencia: “pues que hay que probarlo de joven para jugarlo de viejo”, un lema extraordinario procedente de una persona excepcional.

Filosofía de vida

Y, puesto a filosofar, este navarro entrañable se adentra en razonamientos plausibles de quien amontona magisterio en la materia. “El golf es una forma de vida, y por eso es muy conveniente empezar a descubrir sus secretos joven, porque te enseña muchas cosas, muchos valores que luego te permiten ponerlos en práctica en otros ámbitos de la vida”, comienza a relatar antes de añadir que el golf no sólo le mantiene físicamente bien, sino psíquicamente.

“Te puedes meter en el salón de tu casa, pero es mejor jugar al golf, créeme”, dice D. Javier con sorna mientras expone que sus amigos, numerosos, y más jóvenes que él, asimismo expuesto con sorna, le permiten estar al día de todo tipo de acontecimientos y experiencias, algunas únicas que le convierten, motu propio, en gran protagonista en exclusiva.

Porque a todo esto llegó el pasado 26 de abril, en el campo de Gorraiz, en el hoyo 4, punto temporal y físico de un acontecimiento insólito. “Pues qué quieres que te diga, que hubo suerte, cómo no va a haber suerte. El hoyo, desde las barras de salida mías, tiene 148 metros, y ahí que voy con el driver, a pegarle a la bola. Le di bien, claro que le di bien, y salió recta, como una vela, y llegó a green, donde la perdimos de vista todos los que íbamos en el partido”, rememora con un inevitable brillo en los ojos, ese que genera la consumación de algo extraordinario.

“Total, que nos fuimos para allá y empezamos a buscar la bola, pero no aparecía… ¡hasta que miramos dentro de la cazoleta!”, eleva el tono para realzar la gesta, ¡un hoyo en 1, a los 97 años!

“Créeme que a esta edad te llevas ya pocas alegrías, porque ves las cosas con más calma, pero ésta sí que es una de ellas, un fantástico eagle que además nos ayudó a ganar el partido”, dice ante el regocijo de su grupo de amigos, esos que disfrutan de él diariamente y muy especialmente del Trofeo Javier Vidal, match play, que organiza personalmente desde hace 14 años,

“¿Hemos acabado ya, me puedo tomar entonces la cerveza?”, apremia este hombre superlativo que vive entre exclamaciones, ¡que juega al golf con asiduidad, que tiene 97 años, camino ya de los cada día más inminentes 98, y que acaba de hacer un hoyo en 1! ¿Pues qué quiere que le diga? Que se la tiene bien merecida.