
A pesar de que tradicionalmente se asocia su origen a Estados Unidos, la receta original se creó en Bélgica y fueron los colonos belgas los encargados de llevarlo hasta Norteamérica en el siglo XVII.
La masa se preparaba con la harina de baja calidad, agua y una pizca de sal; entonces, no eran dulces y se empleaban a modo de pan.

Su receta se ha expandido por todo el mundo, dando lugar a innumerables versiones. La receta autentica es la de los gofres belgas, a cuya masa de harina, agua y sal, se le añade levadura y azúcar. Dentro del propio país se crearon dos vertientes: los de Bruselas (forma cuadrada y textura crujiente) y los de Lieja (con las puntas redondeadas y más esponjosos).

Por su parte, los gofres norteamericanos suelen ir acompañados con mantequilla y bañados en sirope de arce. En Estados Unidos también se elaboran los “chicken and wafles”, una perfecta combinación entre el típico pollo frito estadounidense con el toque dulce del gofre.
La versión británica del gofre es la más diferente a la original. En Reino Unido preparan la masa con patatas, aceite, sal, agua y harina. Se consumen a modo de snacks o acompañamiento a platos principales.
Otra versión es la de los gofres chinos, cuyo tamaño es más grande y se untan principalmente de mantequilla, azúcar o crema e cacahuete. Lo característico de estos gofres es u peculiar forma de consumirlos, pues se doblan por la mitad y se comen a modo de sándwich.
Fuente: Revista Excelencias Gourmet