Si el Club de Golf de Augusta National está inseparablemente asociado a la vista y al color, es consecuencia de la historia del trozo de tierra de Georgia donde se construyó.
Hace doscientos años, mucho antes de que Bobby Jones y Clifford Roberts compraran los terrenos por 70.000 dólares, estos eran una plantación de añil.
En 1857, un barón belga llamado Louis Mathieu Eduoard Berckmans, gran aficionado a la jardinería, y su hijo Prosper Julius Alphonse, agrónomo de profesión, compraron la antigua plantación y establecieron un vivero llamado ‘Fruitland Nurseries’ dedicado a la importación de plantas y flores exóticas.
«Nunca olvidaré esa primera visita», escribiría más tarde en «Golf Is My Game». «Llegamos por una preciosa avenida de magnolios a un caserón con muros de medio metro de ancho. Había plantas exóticas del antiguo vivero por todas partes.
«Pero cuando me asomé al jardín de detrás que domina la finca,
comprendí que esos terrenos llevaban años esperando a que alguien hiciera en ellos un campo de golf».
Bobby Jones
Encargaron el diseño del campo al prestigioso arquitecto británico Alister MacKenzie, reconocido por su respeto al entorno natural. El campo se inauguró en diciembre de 1932.
Las plantas que trajo Berckman siguen decorando sus calles, famosas en todo el mundo por la gran variedad de azaleas, cornejos, rododendros y pinos que las bordean. Todos los hoyos reciben el nombre del árbol o arbusto predominante.
En sus 150 hectáreas hay unas 80.000 plantas de más de 350 variedades, entre ellas más de 30 variedades de azaleas en toda la gama de vibrantes colores.
La famosa llegada al club de 302 metros (un drive de Rory McIlroy) está flanqueada a ambos lados por magníficos magnolios de más de 160 años, igual que el gran roble situado detrás de la casa club, punto de encuentro de patrocinadores, jugadores y medios de comunicación desde tiempo inmemorial.
La glicinia que recubre el árbol aphananthe próximo a la casa club está considerada como una de las primeras y más grandes de su especie en EE. UU. En el recorrido abundan los cornejos rosas y blancos, las rosas chinas amarillas, la madreselva autóctona y una inmensa variedad de arbustos repartidos entre los abundantes pinos que llegan a superar los 23 metros de altura.
Además de un gran reto de golf, Augusta National es un auténtico paraíso para los botánicos.
Los nombres también forman parte de la tradición y el prestigio de Augusta, desde el temido y emblemático Amen Corner hasta los tres puentes bautizados con los nombres de tres grandes campeones: Ben Hogan, Byron Nelson y Gene Sarazen, o el estanque de Ike (Eishenhower).
El arroyo de Rae, que se ha tragado tantas bolas en los 80 años de historia del campo, corre por detrás del green del 11, y por delante del green del 12 y del tee del 13. Debe su nombre a John Rae, fallecido en 1739. La casa fortificada de Rae a orillas del río Savannah era la más alejada del fuerte de Augusta, y se utilizaba como refugio ante los ataques de los indios.
Más de 80 años después de que Jones y Roberts compraran el vivero que se convertiría en uno de los mejores campos del mundo, Augusta National sigue siendo el marco más radiante y venerado del golf mundial.
Un lugar especial para un torneo especial, un brillante escenario donde los mejores del mundo tienen la oportunidad de escribir su nombre en los tonos imborrables del añil de Georgia.
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